De acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia Católica, la Cuaresma es un tiempo propicio para la reflexión y meditación, para convertirnos y volver a Dios; es un tiempo apropiado para purificarnos de nuestros pecados y faltas, y para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (Juan 14,23).
La oración, el ayuno (penitencia) y la caridad, tal como los presenta Jesús en su predicación (Mateo 6, 1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la palabra de Dios.
Para llegar preparados interiormente a la Semana Santa, que conmemora el misterio central de nuestra fe: la Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia nos llama a practicar:
• Ayuno: No solo de comida y bebida, sino también de nuestro egoísmo, vanidad, orgullo, odio, pereza, murmuraciones, malos deseos, venganza, impureza, ira, envidia, rencor, injusticia, insensibilidad ante las miserias y necesidades del prójimo.
• Caridad: expresada en la solidaridad con los más pobres y necesitados, y con quienes más sufren. En nuestro país, los obispos nos llaman a colaborar en la campaña Cuaresma de Fraternidad y a solidarizar con las personas más afectadas por los incendios forestales. d
• Oración: En la oración, Dios va cambiando nuestro corazón, lo hace más limpio, más comprensivo, más generoso. La oración es generadora de amor e induce a la conversión interior.
Fuente: Comunicaciones Red Educacional Santo Tomás de Aquino